sábado, 20 de febrero de 2010

Tutankamón tenía malaria

Una confluencia de malaria y una enfermedad ósea serían las responsables de haber acabado con la vida del joven faraón egipcio, según una investigación cuyos resultados se publicaron este jueves en la revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA, por sus siglas en inglés).

El estudio se hizo entre 2007 y 2009 y combinó técnicas de identificación con ADN, estudios radiológicos y la comparación morfológica de unas once momias, incluida la de Tutankamón.

"Tutankamón tenía varios desórdenes y algunos de ellos pueden haber alcanzado el carácter de un síndrome inflamatorio, inmuno represivo y por tanto debilitante. Debe haber sido un joven pero frágil rey que necesitaba bastones para caminar", escribe Zahi Hawass, director del Consejo Supremo de Antigüedades de El Cairo.

El equipo de científicos de Egipto, Alemania e Italia logró establecer la línea dinástica de 155 años a la que perteneció Tutankamón, quien ascendió al trono a la edad de 11 años y murió posiblemente a los 19, alrededor del año 1.325 antes de Cristo.

MALDICIÓN GENÉTICA

Entre los artefactos que se consiguieron en la tumba del rey había unos 150 bastones y cañas, además de una considerable cantidad de productos farmacéuticos, lo que, sumado a la corta edad a la que murió, ha hecho sospechar de la salud precaria del faraón.

Tras los análisis, tres de los cuerpos embalsamados han sido identificados: uno es el de Tiye, madre del faraón Akenatón y abuela de Tutankamón, y otro sería el de Akenatón, quien sería sin dudas el padre del rey-niño.

Según explica el equipo en la revista, el lazo filial de Tutankamón con Akenatón quedó establecido porque compartían el mismo grupo sanguíneo y por los rasgos antropológicos comunes que identificaron los expertos.

El trabajo descarta que el faraón sufriera de ginecomastia, desarrollo casi femenino de los pechos en varones, o del síndrome de Marfan, que se caracteriza por generar brazos y piernas alargados.

Objetos hallados en tumbas y representaciones artísticas de faraones del período de Amarna los muestran con rasgos andróginos, aunque los egiptólogos recuerdan que las representaciones de la época tendían a ser estilizadas.

EGIPTOLOGÍA MOLECULAR

El equipo investigador estima haber abierto un nuevo campo de estudio en la genealogía molecular y la paleo-genética de las enfermedades en la época de los faraones.

"Se puede establecer una nueva disciplina científica llamada egiptología molecular que combine las ciencias naturales, las ciencias de la vida y la cultura, las humanidades, la medicina y otros campos", dicen en su reporte.

Pero el entusiasmo de los investigadores no es compartido por todos, sobre todos quienes advierten que el material genético de las momias estudiadas puede estar corrompido por el tiempo y otras técnicas usadas para estudiarlas.

"Los análisis de ADN en arqueología no son suficientes. Se necesitan otras pruebas arqueológicas que nos permitan establecer con certeza la genealogía de Tutankamón", aseguró a la agencia de noticias AFP el profesor de arqueología en la Universidad de El Cairo, Abdel Halim Nureddin

Con su perfeccionamiento en las últimas décadas, las técnicas de ADN han pasado a ser una herramienta en investigaciones arqueológicas que han permitido hasta ahora identificar al hijo del guillotinado Luis XVI de Francia o la familia del zar de Rusia Nicolás II.

FARAÓN POPULAR

Tutankamón es quizá el monarca del antiguo Egipto más conocido y popular entre el público contemporáneo.

Su vida y su muerte han estado rodeadas de misterio desde que su tumba casi intacta fue descubierta en 1922 en el Valle de los Reyes por el explorador británico Howard Carter.

Ese halo misterioso se extendió a los descubridores de su cuerpo sobre quienes se dice que cayó "la maldición del faraón" que significó finales trágicos para muchos de ellos.

En un editorial en la misma revista de la JAMA en la que se publica la investigación de los egiptólogos, el historiador de la medicina Howard Markel, de la Universidad de Michigan, cuestiona la utilidad de esos estudios.

"Antes de molestar a los muertos con las perspicaces maravillas de la ciencia médica del siglo XXI hay que considerar las implicaciones éticas de estas pesquisas, para evitar abrir la caja de Pandora de la historia", advierte Markel a sus colegas de la comunidad científica.


Fuente: BBC Mundo

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